jueves, 13 de febrero de 2014

CIEN AÑOS EN DOS SIGLOS.

CIEN AÑOS EN DOS SIGLOS
                       A MI MADRE LUZ VICTORIA


Había llegado a casa hacía ya casi una hora, estaba recostado en mi cama recordando los momentos de ese día que ya empezaba a terminarse, pasaban por mi mente muchos pensamientos de las cosas que había hecho esa mañana, eran tantas, pero me sentía feliz, porque, en esencia completé lo que llenaba mi vida de alegría, el trabajar en lo que te gusta, y que cada quien se lleve un pedazo de tu corazón, así como yo me quedo con un pedazo del corazón de quienes me visitan cada día.


Recordaba cuan hermoso es dialogar con chicas y chicos   que recién empiezan a abrir la puerta de la vida, para dar sus primeros pasos, ya solos, pensaba en las conversaciones tenidas esa mañana y esa tarde y me apasionaba con los recuerdos, las despedidas y los cálidos abrazos para decir vuelvan algún día, cuando de repente, la puerta de mi dormitorio se abrió y se asomó, mi hijo mayor, diciéndome que mi mami estaba en el hospital y que no se encontraba nada bien. Fue tan duro ese momento que mi corazón se estrujo,como doliéndome y asustándose a la vez por la noticia sobre la salud de mi mami.


La fuerte conmoción sufrida me duró varios minutos, esperé hasta que mi corazón se detuviera a su ritmo normal para llamar a casa, aun temblando y con el temor dentro de mi pude llamar y me dijeron la situación en la se encontraba la persona que más quiero en este mundo, un amor nacido desde pequeño, quizá, diferente y a mi manera.


Recuerdo aun cuando era pequeño e iba a la escuela de mis hermanas y en las horas del recreo les llevaba  el refrigerio que mi mami les preparaba y que lo recibían con gusto, y cuando regresaba todavía sentía el olor de las manos de mamá preparando los alimentos, y en cada día que esto ocurría, corría al encuentro de mis hermanas para entregarles lo que mami les preparaba.

Crecí viéndola como un gigante, porque de la misma forma también atendía a  mis ocho hermanos y hermanas. La veía hacer de todo, y mi gran admiración y profundo amor nació y creció con ella en cada día de mi infancia. No lo se, pero siempre he creído que fui muy pegado a ella, y me cuidaba y atendía con tanto amor que me hacia el engreído solo para que ella me abrazará,y así sucedía, creo que para ella siempre fui muy especial, y lo recuerdo ahora como si estuviera allí, en esa época, en ese siglo el veinte, un siglo violento, porque ella me decía que papá, salia para la escuela los domingos , creo, para practicar en casos de conflicto, y me dijo que se llamaban, movilizables, una vez recuerdo que me llevo a la escuela, donde papá, hacía sus ejercicios, y lo vi, estaba allí parado con algo en su hombro, no sabia si era un arma o no, pero así se preparaban, fueron tantas cosas que me enseñaba que aún las recuerdo como si fuera ayer.


Aprendí de ella a ver la belleza de las cosas y a tener pasión por lo que te gustaba, recuerdo que cerca a la casa donde vivíamos había un jardín, que le llamábamos el Rosal, estaba lleno de hermosas rosas que ella me enseño, como debía cortarlas y quitarle las espinas para llevarlas a casa, desde esa primera vez, acudía a veces solo al rosal solo para ver lo bonito que era y la forma como corría buscando pequeñas cosas. En todos esos momentos solo era ella y yo, en mi mente no había nadie más, ese era mi pequeño mundo, muy hermoso, por que ella mi mami, me prodigaba un hermoso tiempo solo para mi, por eso se que la mitad de su corazón esta conmigo y me sobresalto en extremo cuando ella se pone malita.


Hay una imagen en mi mente que la recuerdo casi todos los días, porque es el reflejo del amor puro de una madre que con  sacrificio y fortaleza hizo lo que hasta ahora para mi es el más bello ejemplo de amor.

Recuerdo que mi mami me había llevado, no se, si a sacarme un diente una muela o a curarme, pero fuimos al dentista, y esa noche sentía que la boca se me llenaba de saliva y solo atinaba a botarla, fueron muchas veces, ya de día, vi que lo que botaba era sangre, y era por un diente o muela, le enseñe y me dijo vamos otra vez al dentista, en aquella época, en esa zona no habían carros, y el dentista atendía un poco alejado de casa.


Cuando ella me dijo, vamos otra vez al dentista, me entró un tremendo pánico, porque sabia que el dentista ponía inyecciones en la boca, y eso dolía mucho. Partimos, ella me cogió de la mano y empezamos a caminar, no recuerdo cuanto caminamos, pero lo que si recuerdo, es que cuando desperté, ella me llevaba cargado en sus brazos,y solo la miré con la ternura más infinita que jamás he sentido, después me vi sentado con el dentista, mi mami me dijo que había tenido una hemorragia, me inyectaron me curaron, y no recuerdo como regresamos a casa, pero si recuerdo que ella estuvo a mi lado toda esa noche. Ese fue el momento más grandioso y hermoso de mi vida al lado de mi madre siendo aún niño.


Cuando me avisaron que mi mami estaba malita, fui al hospital a verla,y mi corazón se me estrujó y se me quizo partir en dos, y no pude contener el dolor de tener la mitad de su corazón conmigo, me dolió tanto, que todos los momentos vividos vinieron a mi en segundos, fue un dolor tan intenso que lo contuve dentro de mi, pero, con lagrimas en mis ojos, la bese y le acaricié su cabello y recordé ya en el siglo veintiuno, que un día fui a casa, la encontré recostada en su cama estaba un poco mal, me acerque le dí un beso, y le dije, mami hoy es mi cumpleaños y he venido para decirte gracias, porque en un día como hoy, tu me diste la vida, y perdóname por todos los momentos malos que te hice pasar,  me sonrió y me saludo, el segundo de mis nueve hermanos estuvo allí presente y recordaron ese día.


Ahora que ella esta en su año número cien, me dijo ya me voy a ir, y le decía igual que mi hermana que se iba a poner bien y que celebraríamos esos cien años de amor en dos siglos.


En un día como hoy: Hego Arrunátegui Espinoza.
A mi madre Luz Victoria.


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