NO ES FÁCIL DECIR ADIÓS
Hay una época en la vida de todo ser humano, que nos deja una huella imborrable en nuestros recuerdos, cuando al concluir nuestra educación secundaria nos encontramos frente a la vida y nos damos cuenta que la realidad nos empieza a decir que después del colegio todo será diferente y que las decisiones que tomemos serán solo nuestras, y que ya no estarán nuestros profesores ni nuestros padres, sino solo nosotros, y es entonces el momento en donde debemos volcar todos los conocimientos asimilados en todas las áreas, para poder enfrentar esta nueva etapa y luchar por salir adelante hasta lograr el nivel de vida que nos hemos trazado para la construcción de nuestro mundo.
Cuando haz pasado diez, cinco o cuatro años al lado de tantos niños y niñas y los hemos visto crecer año tras año, vamos viendo en cada uno de ellos el compromiso que tenemos de formar niños, púberes y adolescentes, para que se puedan enfrentar solos a la vida, y ese compromiso se convierte entonces en una vocación que amanece con nosotros todos los días, sabiendo que todo lo impartido a tus discípulos, tendrá la cuota de entrega, sacrificio y amor, por la formación de quienes serán para nosotros los portavoces de un nuevo mensaje de paz, amor y comprensión.
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La solidaridad y la entrega de todos estos conocimientos aprendidos deberán volcarlos en la toma de todas las decisiones que deberán ser parte de toda una generación de líderes, en quienes hoy sus maestros y orientadores, tenemos la certeza que sabrán tomarlas para poder ayudar a darle a nuestro país, la esperanza de un nuevo amanecer, con el nacimiento de los nuevos líderes que hoy salen de las aulas ya preparados, pero dejando a la vez un gran vacío en los corazones de quienes hemos estado todos los días, diciéndoles de lo bueno y hermoso que tiene la vida y las dificultades con las que se podrán encontrar en el futuro.
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Para nosotros, no es fácil decirles adiós, y no es fácil, porque sabemos que sufriremos por esto, y nunca les podremos decir adiós, porque los tendremos siempre en nuestras mentes, y nuestros corazones sufrirán con esta ausencia, porque, nos acostumbramos, a sus preguntas, a sus sonrisas, a sus bromas, a sus juegos que desde niños los hemos visto, como un homenaje a la vida, y ahora que ya son adolescentes y jóvenes, todas esas preguntas, sonrisas, bromas y juegos, solo quedarán en nuestro recuerdo, y nunca podrán ser borrados, porque el amor de un discípulo y de un hijo tendrá ocupada siempre nuestra mente, y mientras lata nuestro corazón estarán dentro de el, como parte ya de nuestra vida.
Por eso es difícil decir adiós, cuando uno ha entregado su vocación su esfuerzo y su dedicación, para que ustedes nuestros discípulos, puedan ser mejores hijos y mejores seres humanos, porque en el colegio aprendieron a comprender las complicaciones de la vida para poder superarlas y vencerlas en su propia vida.
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Por eso es difícil decir adiós, cuando el corazón nos pesa demasiado por tanto amor acumulado, que se ira desbordando poco a poco, cuando cada uno de ustedes se vaya realizando en su vida, y nuestro corazón se contagie de emoción, y será entonces el momento de sentirnos más orgullosos de haber podido conocerlos y ser parte ya de su vida y del mundo que ustedes han empezado a crear para su propia vida.
Que el éxito corone siempre su esfuerzo. Hasta siempre, y no nos olviden, que nosotros, ya los extrañamos y recordamos.
En un día como hoy: Hego Arrunátegui Espinoza.
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