EN LA
ALEGRÍA Y LA TRISTEZA
En la sociedad humana el hombre tiene un
sinnúmero de costumbres y tradiciones que nos distinguen en cada región o país
de nuestro planeta y que las consideramos únicas. Son ellas las que nos
permiten identificarnos cultural y étnicamente demostrándonos ante
nosotros mismos la belleza de nuestras tradiciones y lo que significa ser
humano.
Somos tan diversos, pero a veces tan iguales
que cualquiera sea el lugar a donde vayamos, conocemos de ese pueblo, lo más
importante que los caracteriza, y es la alegría de como reciben a
un foráneo demostrando con gozo a donde vayan, lo feliz que se
sienten.
Hay alegría en todos los rincones del
planeta, sea esta por un instante un día, tres, una semana todo el año, quizá,
pero, esa alegría es la que nos hace vivir en equilibrio con nosotros mismos,
con las personas con quienes la compartimos, con la naturaleza que nos regala
lo más bello de sus paisajes y sobre todo ese calor de amistad y cariño que nos
brindan a donde llegamos.
Dentro de toda esa diversidad cultural en que
nos envuelve la idiosincrasia de cada pueblo y la diversión que
implica un buen relajamiento dentro de todas las actividades laborables a las
que nos dedicamos, encontramos en ellas muchas similitudes que nos permiten
identificarnos como seres que mantenemos siempre los lazos de nuestra humanidad
en nuestros genes y que deseamos con todas nuestras fuerzas que estos se sigan
manteniendo por generaciones en cada uno de
nuestros núcleos familiares.
Aquello que nos une tan profundamente y que
nos hace tan iguales como cuando nacemos, es el matrimonio o la convivencia la
que nos da la capacidad de amar y de respetar en cada uno de nosotros lo que
sentimos y prometemos para mucho tiempo, o para toda la vida.
Los votos que cada pareja se dicen al momento
de casarse o convivir son los mismos en todas partes del mundo, lo que
hace que nos sintamos parte de un solo y gigantesco pueblo, que en los
votos que nos prometemos aceptamos uno que dice, te acepto como esposa o esposo,
en la salud y la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, y todos
los demás votos que nos permiten ser parte de un mundo que
quiere prevalecer a través de los siglos y en cada generación
dejar nuestra huellas y que por ellas nos recuerden.
Sin
embargo ocurre que así como nos prometemos amor para siempre y disfrutamos de
nuestra alegría y felicidad, llega un momento en que esa alegría se
nos esfuma de golpe o de a poco cuando uno de los dos contrayentes, marido
o mujer, o alguno de sus hijos o hijas, enferma y nuestra preocupación se hace
a veces tan extrema que también enfermamos y sentimos que nuestro corazón se
parte por esto y nuestro hogar cambia aquí o en cualquier parte del mundo,
queriendo de una parte que; nadie fuera de la familia se entere de este
sufrimiento que padecen en ese hogar.
Cuando esto ocurre y las cosas empeoran, y
los amigos recién nos enteramos; muchos o pocos, vamos a consolar o
confortar a la familia que pasa por esa situación dolorosa, vamos a visitarlos
una vez, o dos, como si eso solo fuera una obligación; o lo que ocurre en los
centros de trabajo, en que a veces no hay tiempo para ir a visitarlos o en su
defecto a despedirse de aquella persona a quien conociste.
En este caso extremo, las personas no
reaccionan igual cuando se trata de la alegría o felicidad cuando nos
divertimos en grupo, con amigos, familiares o compañeros de trabajo o de
estudios; en la mala salud, en este caso la situación es diferente, pues ya no
está la gente que te acompaño en todas tus actividades felices ni en los gratos
momentos, sino, solo los que de alguna manera fueron más cercanos a uno, pero a
veces ni ellos se acercan o te preguntan cómo estas y lo
visitas dándole la alegría con tu presencia.
Nos
hemos convertido en personas en donde el egoísmo en nuestro accionar
y las cosas que haces para producir y sobrevivir son más
importantes que las de aquellos que cayeron o se tropezaron en el camino a
su destino. Pero, sin embargo, todos los seres humanos dimos en su momento y en
todos los lugares del mundo los votos de, en la alegría y la tristeza, o
en la salud y la enfermedad, pero fallamos en esto, y duele, y nos
duele,
como a muchos, por todos los que sufren pérdidas o pasan por una enfermedad, y
nos arrepentimos de ello, por no querer vernos sufriendo una pasión que no
acabará hasta que la vida se acabe.
En la salud estamos con todos y nos juntamos,
conversamos, trabajamos, nos divertimos, pero en la enfermedad, cuando faltas a
tu colegio, Universidad, a tu trabajo, saben que no estás donde debes, pero no
saben preguntar, por ti, por el hermano, el amigo, el compañero, de trabajo de
estudios de tertulias; no, casi nadie pregunta, pero cuando regresas
lo primero que te dicen es hola, que buenas vacaciones, que
buena chamba tienes, otro día invita; cuando en realidad
la ausencia fue por un accidente, un mal estado de salud, una
enfermedad crónica, un fuerte evento de cefalea, un
episodio cardíaco, y muchas otras que en estas circunstancias a
nadie le interesa, si fue duro, si sufriste o no; y lo que les incomoda
es que faltaste, no estuviste en la exposición, en el trabajo asignado, en la
reunión, y solo te critican por esto sin saber en realidad que es lo que te
pasó.
Complicado
mundo en el que vivimos en que nos olvidamos, de “En la salud y la enfermedad,
en la alegría y la tristeza” votos que todos los sabemos y recordamos, pero,
que te enseñan a conocer quiénes son los verdaderos amigos, compañeros y
hermanos con los que si cuentas y con quienes estarás siempre a su lado, como
ellos lo estarán contigo, en la alegría y en la
tristeza, en la salud o la enfermedad.
En un día como hoy, 22 de junio del 2022 Hego Arrunátegui
Espinoza.