Caminamos por la vida cada día desde que nacemos, que llega un momento en que debes detenerte un poco porque tus pasos ya no son tan rápidos ni tus piernas son tan fuertes para seguir andando al mismo ritmo desde que diste el primero,
Se cansa nuestro cuerpo, pero nuestra mente quiere seguir andando aún, a costa del desgaste físico a que nos hemos expuesto durante muchos, pero, muchos años, valoramos los años que hemos andado, aprendiendo y conociendo los mas básicos conocimientos de las profesiones o el oficio al que nos dedicamos, pero aun lo mas valioso el haber tenido una familia por quien luchar, amigos con quien hemos compartido tantos buenos momentos que nos hicieron madurar para alcanzar hoy el nivel de sabiduría que son las experiencias vividas durante un largo tiempo de vivir y disfrutar de lo más valioso que tenemos, y es la vida.
Hemos aprendido a valorar la vida a través de todos nuestros actos y las decisiones que hemos tomado para que esta haya sido digna ante los ojos de los demás.
Cuando ya has formado una familia y los hijos van formando la suya ves con orgullo que tu semilla, y tus huellas al andar pisaron fuerte ese camino que te toco transitarlo paso a paso, a veces lento y a veces rápido, como pensando que el camino y la vida se van haciendo cada vez mas cortos.
Nunca avizoras el final de un camino, solo andas y luchas por la vida para que te de los frutos de tu esfuerzo y de tu entrega a quienes seguirán tus pasos, no miramos nunca ese final del camino, pero, lo sentimos en cada paso que damos, cuando estos se empiezan a sentir lentos y caminas como contando cuantos mas deberás andar para llegar a ver solo un pedacito de ese final que siempre se pierde en el horizonte.
El camino de la vida no es tan lizo, es pedregoso que tus pies se hieren al pisar fuerte y sientes el dolor cuando quieres andar muy rápido, que cada tramo con el tiempo se te hace difícil, pues en el, encuentras las grandes piedras o las pequeñas que son los obstáculos que debes vencer para seguir adelante, pero a veces, es duro levantarse sin salir dañado, pero las ganas de seguir andando hasta alcanzar el final de este largo camino, te da el valor para levantarte y adolorido volver al camino ya no dando pasos largos sino, que parece que empiezas a contar hacia atrás, y tu andar se hace mucho, pero, mucho más lento.
No siempre logras obtener todo lo que ansiaste, ni albergar todo el cariño que quisiste, pues, a veces las decisiones no son las correctas, y en lugar de ser beneficiosas se convierten a veces en un martirio, en que te pasas el resto del camino, sin que avizores su final, tratando de componer o arreglar lo que mal salió.
Si embargo, lo que no puedes cambiar o arreglar en el paso del tiempo es lo que vas sintiendo en cada paso que das, que estos se te hacen más duros de andar porque eres consciente que el camino que vas andando por fin encontrará en este otoño de tu vida la luz de un atardecer maravilloso, que por serlo quizá, pueda ser el último, entonces sabrás que el camino andado fue hermoso, y en lo que has dejado en ese transitar sera valorado por quienes seguirán tus pasos hasta poder alcanzar los tuyos, y te dirán entonces de lo maravilloso que fue vivir y de lo maravilloso que fue andar por un camino sin que nadie te ayudara a andarlo.
Dejaras cosas terminadas y otras no, serás recordado con cariño, pero, no con pasión, porque a veces no todas las cosas que emprendiste dieron el resultado esperado y fueron los otros los que no comprendieron la verdadera misión por la que viniste a este mundo.
El otoño llegó, solo para brindarte una estadía digna de quien caminó tanto para ver, cuando vuelvas la mirada hacia atrás, que los obstáculos ya no están, las voces intimidantes, se fueron, te brindará este otoño la sabiduría de los años ganados y pasados que serán como un libro que los tuyos y los demás lo leerán para saber cuanto diste de ti, por una humanidad que debe seguir cambiando.
En un día como hoy de otoño 22 de marzo del 2015: Hego Arrunátegui Espinoza - Edgardo Arrunátegui Espinoza, para el mundo.
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