LA CASA DE LOS VIEJOS
La vida es tan maravillosamente hermosa que cuando llegamos a este mundo ingresamos por la puerta de un lugar que llamamos casa y que le decimos hogar. Poco a poco vamos adquiriendo esa sensación de estar ligados a algo que es tan grande como ese deseo de vivir, y esta sensación nos la van obsequiando nuestros padres quienes con un infinito amor nos van guiando paso a paso por el largo camino que debemos transitar, nos entregan tanto cariño que el lazo que nos sigue uniendo es como el cordón umbilical que nos mantendrá con vida dentro de ese hogar al que siempre volverás, porque siempre estará allí en ese lugar adonde llegaste y que empezó a radicar eternamente en tu corazón, la casa tu hogar, la casa de papá y mamá, la casa de los viejos, y entonces sabremos que adonde vayamos siempre habrá un lugar donde llegar, y ese es un hermoso sentimiento, ese sentimiento de seguridad el saber que alguien siempre te va a recibir con mucho amor en ese lugar que se llama hogar.
El tiempo que va pasando va acentuando en cada uno de los hijos su estrecha relación con el hogar en el cual viven, es una armonía que sincroniza el amor filial y la responsabilidad de irse comprometiendo con la estabilidad de este bello lugar, todos estamos pendientes el uno del otro, si estamos bien, si nos sentimos bien, si nos falta algo, todo esto danzando en esta armonía de amor sublime entre los hermanos y nuestros padres que siguen luchando por nosotros y preparándonos para que el futuro no nos golpeé.
Cada uno mientras va creciendo empieza por ir forjando su propio destino, unos trabajan , otros estudian y esto para beneplácito de papá y mamá que siempre esperan nuestro regreso para almorzar o cenar todos juntos fortaleciendo así nuestros lazos de amor entre la familia que ha crecido casi sin darnos cuenta.
El tiempo pasa y cada uno va saliendo de casa de papá y mamá , una nueva familia formada, y otra más y otra, hasta que solo van quedando los recuerdos de una vida hermosa que transitó durante varias décadas dejando huellas que nunca se podrán borrar porque no están en el suelo que pisamos, sino que viajaron al corazón de cada uno de los hermanos para desde allí seguir viviendo al ritmo de los latidos que originó cada experiencia vivida en ese hogar maravilloso que nos vio crecer. Llega el momento en que la casa se va quedando sin hijos y sin hermanos y sólo queda papá y mamá en su casa, nuestra casa, la casa de los viejos, en donde se siente una soledad que aturde y la tristeza de ver a los viejos, solos, nos parece que no es justo, que no puede ser posible eso, una gran familia y ahora solo quedan ellos esperando que volvamos con nuestras propias familias a visitar la casa que fue y que será siempre nuestro hogar.
Pasamos el día en casa y al final, veo en los ojos de mamá tristeza en la despedida, es doloroso salir de casa así, abrazarnos, besar la frente aún tersa de mamá y el abrazo fuerte de papá, vuelvan pronto nos dicen y los nietos abrazados a ellos como queriendo quedarse, pero al final salimos con una gran pena sabiendo que ellos se quedan solos, y eso estruja el corazón llenando nuestros ojos de lágrimas hasta que nos perdemos en la vereda del camino tantas veces andado.
El tiempo sigue pasando y llegan los nietos y los bisnietos alegrando mucho más la casa nuestra y plasmando en el recuerdo gráfico los momentos que serán el futuro de la historia familiar, y que cada uno de ellos irán contando en su tiempo esa historia de la cual ya son parte y que nunca olvidarán. Como nunca olvidaré la partida de papá y mamá de su casa para ir a la eternidad dejándonos un gran legado en nuestros hijos sus nietos y bisnietos y viendo desde lejos la casa de todos, la casa de ellos, la casa de los viejos que se queda vacía sin su presencia, sin su amor, con solo los viejos recuerdos que aún transitan por sus habitaciones y pasadizos más los susurros que se escuchan entre las paredes de todas las cosas que allí se conversaron. Así ha quedado la casa vieja, la casa de papá y mamá, la casa de los viejos, que hoy extrañaré más que nunca, porque ya no será nuestra, pero volveré a pasar por ese barrio por esa calle tantas veces transitada solo para verla y escuchar de lejos esos susurros que todavía me llaman y que extrañaré cada vez una y mil veces, una y diez mil veces, porque ese fue mi hogar en donde fui feliz y lloré por tanto amor recibido, y que ahora ya no será la casa de los viejos, porque se puso a la venta, y el mayor precio que tiene ahora, son las lágrimas que allí derrame por ser feliz al lado de mis viejitos.
En un día como hoy de tantos sufridos: Hego Arrunátegui Espinoza
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