Vivimos en una sociedad en donde todos estamos conectados de alguna manera, nacemos en un hogar que viene de otro hogar, de una familia y de otra familia, esta conexión es tan amplia que nos une como hermanos en una raza que todavía necesita evolucionar para seguir manteniendo esta conexión que nos permita comprender mucho más la verdadera condición humana.
La razón que nos une y nos conecta esta en nuestro propio ser que no permite que la soledad sea parte de nuestro mundo interior ni de la forma en que vivimos, necesitamos siempre estar unidos de alguna manera, y esa unión se manifiesta en la diaria preocupación de estar pendientes el uno del otro y del otro, para seguir fortaleciendo una unión que nos traerá alegría y la satisfacción de estar siempre acompañado sin que nadie te olvide y sin que tu no olvides a nadie.
En toda esta cadena de unidad en muchos casos los eslabones se desgastan y no hacemos nada para repararlos, al contrario, dejamos
que esa conexión se vaya desgastando y con ella el rompimiento de una cadena de unidad familiar y a la vez humana, que empieza a deteriorar las relaciones de familiaridad y amistad que nos ha unido durante mucho tiempo.
En muchos casos este rompimiento nos hace tanto daño que la conexión que existía se va convirtiendo por esta ausencia de lo que nos falta, en un estado de soledad que empieza a extrañar la conexión familiar y amical que nos unía y que nos hacía grandes y poderosos en el amor.
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Cuando alguien de tu entorno ya no esta presente donde debía estar, se reclama su ausencia porque esta va generando un gran estado de incertidumbre que provoca en su entorno un gran vacío que empieza por hacer daño a quienes estuvieron al lado de aquella persona que compartió una unidad familiar y que ahora su partida genera un rompimiento por un abandono que a veces no se logra comprender.
Para comprender una ausencia de un ser querido debemos recorrer cada paso que esa persona dio cuando estaba a nuestro lado siendo parte de esa conexión que nos hacía tan fuertes, andar nuevamente a su lado en el recuerdo de lo que se hizo bien y en lo que fallamos en nuestro trato hacia esa persona, que es lo que maduro en ella después de un largo tiempo y que la incito a marcharse sin decir nada. Esta labor es responsabilidad de cada uno de nosotros para llegar a ella en su ausencia y comprender sus desacuerdos, sus incomodidades, sus puntos de vista, sus momentos incomprendidos, las faltas de cariño, la rutina, la desatención, el maltrato; todo ello comprenderlo en su real dimensión y reconocer que se obró mal durante un largo tiempo, que ésto terminó por agotar y hastiar a una persona y abandonó el lugar que una vez la hizo feliz.
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La comprensión esta allí, la identificación con su actitud es natural, pero el perdón empieza a crecer también en cada uno después de reconocer el daño ocasionado, recién cuando el vacío provocado, hace notar su ausencia con una mayor incertidumbre y una gran culpa, que ahora se convierte en perdón por la falta de comprensión.
Perdón por no haberte comprendido, por no haber sido parte de ti, por no haber estado a tu lado en tus momentos difíciles, perdón por no escucharte en tu silencio, perdón por hacerte sentir tan mal que te fuiste sin poder detenerte, es lo que debemos decirle cuando el tiempo de esa ausencia termine y esa persona vuelva al lugar en donde debería estar para amarla mucho más que ayer.
En un día como hoy: Edgardo Arrunátegui Espinoza